Me acompañan en el camino:

martes, 20 de diciembre de 2022

Un paseo en el tiempo



















Hacía tiempo ya que no paseaba por la alameda cuando impelidos por un deseo irresistible, mis pasos, lentamente, se han dirigido hasta un viejo álamo. He acariciado su tronco y allí, aunque algo deformado por el paso del tiempo, permanecía un corazón grabado junto a una fecha y dos iniciales. He cerrado los ojos, y la memoria, juguetona, me ha abierto una ventana por donde se ha colado la nostalgia que, traviesa, me ha hecho regresar los pasos por los suburbios del pasado hasta encontrar trabada entre los dedos del tiempo tu sonrisa.

Todo debió ocurrir en el sereno anochecer de un sábado cualquiera, de aquel caluroso verano de 1965, tras el obligado baño con los amigos en el remanso que el río formaba en los arenales y la inevitable tertulia sobre la realidad que nos rodeaba.

Por aquel entonces la televisión había comenzado a emitir imágenes de lo terriblemente brutal que era la guerra de Vietnam. Los Estados Unidos no contentos con la guerra fría a la que habían abocado al mundo, calentaban la guerra particular que habían emprendido contra el comunismo y sus B-52 sembraban Vietnam de bombas de Napalm y de millones de litros de defoliantes como el conocido Agente Naranja, cuyos efectos superaban con mucho todo lo visto anteriormente en películas.

Y en España los jóvenes, que afortunadamente no habíamos conocido guerra alguna, ni siquiera la sangrienta guerra civil de nuestros padres (salvo por la obligada versión oficial con la que se nos bombardeaba la conciencia continuamente y alguna que otra confesión arrancada al miedo en el ambiente más íntimo y familiar y que era totalmente contraria a la oficialista), tras visualizar la terribles imágenes que nos llegaban, soñábamos con hacer posible lo imposible, desnudar de su halo de inalcanzable a la utopía y comenzábamos a ser conscientes de lo incongruente, sangrienta, destructiva y brutal que es una guerra.

Pero por aquel entonces teníamos prácticamente recién estrenada nuestra adolescencia y nuestras hormonas andaban aún más revueltas que Vietnam, con lo que, aparte de un tímido inicio de compromiso social y de un todavía incipiente pacifismo, el meridiano de nuestra inquietud más inmediata no pasaba por Vietnam, que nos quedaba demasiado lejos, sino que puedo afirmar sin temor a equivocarme que nuestro presente más cercano, tal vez como un intento por afirmar nuestro propio yo o tal vez debido al puritanismo religioso que imponía el todopoderoso clero en el régimen fascista que padecíamos, se resumía en la búsqueda de nuevas experiencias personales, con lo que caminábamos más por los agradables senderos de las relaciones amistosas, amorosas y sexuales, que por los de una auténtica revolución social, lo que afortunadamente acontecería tres años más tarde.

Así que nuestra mochila iba repleta de fantasía por desvelar lo prohibido con un agujero por donde se nos colaban los amores platónicos y un altar donde ponerle velas a Venus y despertar al placer del pecado entre la suavidad de unos pechos y unos muslos femeninos.

Y así ocurrió aquella tarde cuando el destino, en forma de Cupido juguetón, repartió las cartas y a mí me tocó la reina de corazones.

El sol, vencido por el avance del ocaso, perfectamente enmarcado al final del camino se desangraba por el horizonte, cuando todavía algo húmedos, pero pletóricos y alegres, regresábamos del río. Íbamos todos los amigos en grupo, pero no logro recordar si lo que ocurrió poco después fue de una forma consciente o si por el contrario fue totalmente inconsciente.

La brisa cálida del atardecer jugaba a buscar acomodo entre tus lacios y todavía algo húmedos cabellos, mientras nuestras manos, como atraídas por ocultos imanes, se iban rozando mientras caminábamos por el paseo de la alameda y su algarabía de pájaros. Nos habíamos conocido el día anterior y charlábamos de algo que no recuerdo, pero que posiblemente hiciera que poco a poco nuestros pasos se fueran acortando hasta quedarnos algo rezagados de los demás, y nuestras miradas se fueran buscando. Cómo brillaba el malva de tus ojos en esa típica hora en que la luz comienza a derramarse a dos colores. Casi sin darnos cuenta nos habíamos detenido junto a uno de los álamos y allí, con tu espalda apoyada en el tronco del árbol (el mismo árbol donde días después grabé un corazón, dos iniciales y una fecha) mis brazos te atrajeron y nos fundimos en un cálido beso.

Los corazones galopaban como queriendo escaparse del pecho y un rubor que competía en hermosura con el imponente ocaso acudió a tus mejillas y creo que en ese instante te amé.

Una hora después, a la luz mortecina de un par de velas que los amigos habíamos situado estratégicamente al lado del tocadiscos con el pretexto de poder ver a la hora de seleccionar las canciones y pincharlas sin rayar los vinilos, pero con la idea real de que alumbraran lo menos posible el resto de la habitación, nuestros sueños se abrazaban mientras danzaban, sin moverse apenas del límite de una baldosa, I’ve been loving you too long, que la voz profundamente dolorida y rota de Otis Redding mecía dulcemente.

Mis manos, inquietas, dibujaban mariposas sobre tu espalda, y las tuyas jugaban con mis cabellos, en la nuca, a fabricarse sortijas para tus suaves dedos. La respiración agitada excitaba los oídos y los labios iniciaban temblorosos el dulce amago de un beso en tu cuello. Borracho de tu aroma cálido de mujer el olfato excitaba los demás sentidos. Galopaban al unísono los corazones y tus enhiestos pezones se clavaban en mi pecho. Los sexos se buscaban intentando traspasar la barrera de la ropa. Nuestra timidez adolescente hacía que escondiéramos furtivamente la mirada hasta que, por un breve instante, el sonido se detuvo anunciándonos el final de la canción. Pretendían las caricias prolongar el tiempo y el silencio extendía sus notas espesas, rotas apenas por el tenue clic de la aguja sobre el vinilo y el ronroneo de su retorno a la posición de reposo, por el roce de las manos sobre los cuerpos y los leves arrullos de las respiraciones nasales agitadas, mientras que en nuestro labio a labio del cálido y húmedo beso, las lenguas jugaban a explorarse mutuamente.

Irremediablemente, ocurrió lo inevitable. Alguien puso otro vinilo en el tocadiscos y Enrique Guzmán con los Teen Tops comenzó a desgranar, a ritmo de twist, su Popotitos, rompiendo el dulce encanto del momento. Tú intentabas disimular tu sonrojo y aparecer indiferente a lo ocurrido hurtando tu mirada a mi mirada, mientras yo me esforzaba en recomponer mi compostura. ¡Ah! Cómo añoro aquellos tiempos, donde la recién estrenada sexualidad adolescente comenzaba su andadura por las veredas del erotismo, camuflándose de danza, en aquellos traviesos guateques…

Días después, la vida bifurcó nuestros caminos poniendo distancia entre nuestros latidos que se fueron apagando poco a poco hasta sucumbir en el silencio y supongo que las hormonas como la aguja del tocadiscos harían un click y cambiarían de canción. Durante algún tiempo la vida continuó siendo un eterno guateque y mis brazos rodearon otras cinturas, pero a mí, igual que al árbol de nuestro beso, me quedará siempre tu recuerdo.

Una algarabía de pájaros me anuncia que se agota la tarde y, apenas a unos metros de mí, una pareja de jóvenes adolescentes se ha detenido y se han fundido en un tierno beso. La vida sigue.

© Antonio Urdiales ~ Marzo 2009

19 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Anda yo la primer! Lo primero y ante todo que tengas un buen día. ;-)

Lo segundo que el cuadrito donde se ponen los diálogos es demasiado pequeño, es super incómodo escribir ¿no se podría hacer nada?????

Y ahora lo importante, tu historia de amor adolescente, esa primera que todo el mundo debería de tener la suerte de vivirla y que aunque otras se viviran igual o más intensas, como en esa primera, donde todo se confunde,no se volverá a dar. Primer beso, primer abrazo, primeros sentimientos que te hablan del sexo...de piel contra piel... bueno ... me has recordado gratos momentos mecidos por esa musica y reuniones de guateque.

Verdadera o no, bonita historia para empezar el día.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hola señor políglota! Gracias por convertirse en seguidor de mi blog y permitirme así descubrir el suyo.

Autodidacta, anárquico, cínico e incoformista... excelente. Además un poco loco y poeta. Por ahí como que nos parecemos, ah?

Nos estamos leyendo

Maga h dijo...

Uy Antonio, lo que has escrito!!!
Sin duda se ha dado ese encuentro en tantos otros jardines, en tantos otros contextos, y como bien dices el amor se hace siempre un hueco.

Y así, tan bien como lo dices, muy a pesar de lo hermoso y aun asi no posible, la vida sigue.

Un abrazo!

Luis I. Rodríguez B. dijo...

Texto ensoñador, lleno de vivencias y de silencio, soledad, amor y recuerdos...Y la vida se sigue transformando a través de la palabra...

"Yo En Resistencia" dijo...

Hola antonio, pensaba que ya te seguia de cerca, pero no era asi, y aqui estoy siguiendote ahora si,

Yo tengo una maravillosa historia de amor de verano en mi corazon, gracias por hacerme volver al pasado y a la nostalgia...

Escribes muy bello, felicidades, me ha gustado tu historia...

Un abrazo


LIBELULA VIVIENTE

Sara dijo...

Que recuerdos!!!!desde luego quien no haya vivido esos momentos de amor juvenil, se ha perdido media vida, se ha perdido algo tan bonito!!!!tan pasional!!!!tan vivido al límite.
Un placer leerte.Preciosa entrada.
Un abrazote

Amapola Psicovisceral dijo...

jo, malditos amores que no se olvidan..si no fuera por ellos...nunca querríamos volver a enamorarnos...

démosles las gracias entonces, por hacernos ser lo que somos hoy.

un besito...

Anónimo dijo...

Antonio, buenas tardes. Hace días que vi tu icono por mi recién estrenado blog, y, aunque no dejaste ninguna otra huella, llevo varias ocasiones queriendo leerte, pero hacerlo con atención.

El relato me ha dejado tal sabor de boca que leería si me dejasen doscientos más. Envidio a la gente que sabe escribir así, cuando aquí yo no soy más que un okupa que intenta aprender poquito a poco a colocar las letras con mayor o menor criterio y sentido del gusto.

Fascinante tu manera de escribir, de verdad, enhorabuena.

Un abrazo, y te seguiré leyendo.

Zarela Pacheco Abarca dijo...

Creo haberte comentado, pero me parece que derrepente tus páginas entran en la dimensión desconocida y se puede haber extraviado por allí, bueno lo escencial es que enconre muy bueno tu relato y recorde mis amores juveniles también, poco a poco ire leyendote pues desconocia este blog tuyo, te felicito, me encantó

Antonio Urdiales Camacho dijo...

Rima,

Lo primero y principal muchas gracias por tus deseos, que te devuelvo centuplicados.

Respecto a lo segundo, lo del cuadrito, tienes razón, pero es algo que ya trae de serie
el blog y que yo no puedo modificar.

En tercer lugar, me alegro que mi relato te haya llevado a tus guateques, que estoy seguro que disfrutaste tanto como yo los míos.

Así que, de nuevo, mi agradicmiento por tu comentario y un abrazo.

Antonio

Antonio Urdiales Camacho dijo...

Angie,

Así que nos parecemos ¿no es así? pues, eso me congratula porque, sin ánimo de parecer petulante, dejaré de irme considerando un bicho raro, una rara avis, una especie a extinguir.

Un abrazo y mi agradecimiento por el comentario. Nos leemos.

Antonio

Antonio Urdiales Camacho dijo...

Magah,

Muchas gracias por esas palabras que has tenido a bien dejarme.

Un abrazo.

Antonio

Antonio Urdiales Camacho dijo...

Luis I.,

Tienes razón, querido amigo, la vida es un continuo avanzar sin posibilidad de retroceso. Muchas gracias por la valoración que haces de mis palabras y por tu agradable comentario.

Un abrazo.

Antonio

Antonio Urdiales Camacho dijo...

Libélula,

Debería haberme bastado con el otro blog, pero preferí, en atención a los lectores dividir mis miserias en dos blogs: uno para poesía y otro para prosa. No sé si hice bien, pero pensé que no a todo el mundo le gusta la poesía y no todo el mundo disfruta leyendo prosa.

En fin... Gracias por estar también en éste.

Un abrazo.

Antonio

Antonio Urdiales Camacho dijo...

Sara,

Así es, mi querida amiga, así es. Y es que yo creo que aunquecada época tiene su encanto, ninguna tiene el cándido sabor de la niñez y la entrega de la adolescencia. Gracias por pasar y comentar. Nos leemos.

Un abrazo.

Antonio

Antonio Urdiales Camacho dijo...

Juls,

Efectivamente malditos benditos amores que nos entristecieron y alegraron la vida, pero que lograron eso, hacernos vivir intentsamente.

Gracias por estar por estos lares.

Un abrazo.

Antonio

Antonio Urdiales Camacho dijo...

Diavolo,

Agradecido quedo, amigo diávolo, por ese comentario tan positivo que me has dejado. Me alegro de que te guste mi forma de escribir.

Nos leemos. Un abrazo.

Antonio

Antonio Urdiales Camacho dijo...

Zarela,

Como siempre, es muy grato reencontrarte por estos espacios virtuales donde la palabra es prosa y no poesía.

Nos leemos. Un abrazo.

Antonio

Unknown dijo...

antonio, con tus palabras y con la buena musica que acompaña tu blog, me hiciste viajar y llenarme de hermosas sensaciones.
desde la distancia te dejo un beso enorme y mis felicidades por tan lindo espacio que creaste...